[Tras la Verdad] AMLO quiere el control de los tres poderes

Cuando el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, descalifica las resoluciones del Poder Judicial de la Federación, no hace más que mostrar su impotencia al no poder controlar, como él quisiera, a jueces y Ministros, para que resuelvan de acuerdo a sus intereses personalísimos y no conforme a derecho.

Siempre ha mostrado una conducta rebelde, si por él fuera, tendríamos un gobierno autoritario, absolutista. Ya controla al Poder Legislativo y por supuesto es el rey del Poder Ejecutivo, aquel que se atreve a contradecirlo sufre las consecuencias de inmediato, también descalifica a sus subordinados, nadie se le escapa.

Al primer “chasquido” de dedos obedecen sus subordinados, sean dependientes del Poder Ejecutivo o del mismo Legislativo, los obliga a violar la Constitución sin vergüenza alguna. Ha logrado el control absoluto del poder, por eso sus conferencias mañaneras, se apodera de los temas mediáticos y marca diariamente la agenda a seguir, no importa que sean mentiras, él crea polémica, muchas de las veces genera discusiones banales para distraer de los temas principales. Hay quienes lo califica de “inteligente”, con lo cual no estoy de acuerdo; es perverso, mentiroso, vengativo, maquiavélico, no es su costumbre el respeto a los mexicanos; en cuanto no están de acuerdo con sus impertinencias, de inmediato los descalifica, los agrede los ofende. Excepción hecha de los mandatarios de otros países, a esos les muestra sumisión, como el caso de Donald Trump. A los mexicanos no les merece respeto alguno.

López Obrador siempre ha sido un disidente, ahora lo es desde el propio sistema jurídico mexicano, no le agrada; él tiene su propia balanza de la justicia, el Derecho no le interesa, la interpretación de ley la inclina hacia a donde le indican sus preferencias, ni siquiera ideológicas, parece que no las tiene; de pronto es de izquierda, luego social demócrata, luego liberal, según su estado de ánimo; al empresario lo golpea, luego le soba para que no deje de invertir; cancela contratos sin pudor, endeuda al país sin la menor prudencia y con alta irresponsabilidad, como lo fue con el aeropuerto de Texcoco.

Ahora lo hace con Pemex, saquea las finanzas públicas para echarlas al barril sin fondo, en donde no tendrá problemas de desaparecer el dinero que le plazca; ya lo adelantó, dará a Pemex un millón de millones de pesos para que pueda sanear y volver a empezar a producir, extraer y transformar el producto. Otra mentira más. Será un dinero tirado a la basura, al tiempo. El sacrificio de los ahorros, la exprimida de los presupuestos a todas las dependencias, son para Pemex y otro poco para los centroamericanos.

¿En qué piensa Andrés Manuel López Obrador? Su política de los 70 que hundieron al país en la inflación y el endeudamiento, a la vez pretende seguir las políticas chavistas de Venezuela, obsequiando dinero al pobre para que siga igual de pobre en lugar de crear fuentes de empleo; así asegura de por vida el voto de esos pobres que cada mes estiran la mano para recibir las dádivas del presupuesto público, dinero de los contribuyentes.

Grosero y molesto se ha portado el Presidente de la República con jueces y ministros, por no convalidar sus atropellos jurídicos. Se irrita cuando fallan en contra de sus abusos y descalifica, como es su costumbre; ofende a los particulares que hacen uso del sistema de justicia, no los baja de corruptos y a las autoridades que resuelven en favor de los que reclaman justicia otro tanto; a las sentencias, si no definitivas, las califica de “sabotaje legal”, cuando que, en el Código Penal, está tipificado el delito de sabotaje; luego los califica de delincuentes, aunque cínicamente diga “con todo respeto”.

El Presidente de la República ha dado muestras de ser abusivamente autoritario, intransigente, abusivo, tramposo y mañoso. Es absolutista, solo él y nadie más. Cuando en sus conferencias mañaneras es increpado por sus mentiras, simplemente cambia de tema o se niega a responder, haciendo uso en la mayoría de las veces de su frase que ya hizo popular por reiterativa y abusiva: “yo tengo otros datos”. Y así “batea” a ls periodistas críticos. No reconoce errores, a pesar de las pruebas y evidencias.

Ahora que ha estado resolviendo el Poder Judicial (parcialmente, no hay sentencias de fondo aún) algunos amparos sobre su aeropuerto, su refinería y su ley de salarios, ha roto en rabia, en ira y no le queda más que desacreditar a las autoridades. A él no le importa que pierda los juicios por falta de pruebas que demuestren que sus actos de autoridad son constitucionales, apegados a derecho; no, lo único que le importa es que no le cancelen sus caprichos, lo otro no le interesa, subordinarse al Estado de Derecho, no le importa.

Primero su voluntad, como lo acostumbra hace muchos años, siempre en contra del orden jurídico, ahí están la toma de carreteras, de pozos petroleros, el bloqueo de la avenida Reforma en el DF, sus abusos como jefe de Gobierno, etcétera.

Ese ha sido su estilo, privilegia el caos en su beneficio. La anarquía es su instrumento de trabajo. De ahí que no resulte nada raro que el mismo Presidente de la República asegure que el Poder Judicial viola la Constitución, cuando que él es el violador; parece sargazo el Presidente, no sirve, ensucia, contamina y huele mal.

La ley que crearon sus huestes legislativas para que nadie gane más que él, bajo el pretexto de la austeridad (él nunca ha trabajado, no sabe lo que es sufrir, estudiar, superarse, capacitarse para tener mejores expectativas de vida); el cínico Presidente asegura que violan la Constitución por la sentencia que fuera emitida por la Corte que declaró la inconstitucionalidad de algunos artículos, que fue reformada en el inter del juicio para que no se viniera abajo toda la ley; los mañosos legisladores dieron “chicanazo” legislativo.

Y la sentencia obliga a que los legisladores describan con claridad qué tantos beneficios tienen el Presidente de la República, además de su salario, para lograr el “equilibrio justo”, dado que López Obrador no gasta en alimentos, en vivienda, en viáticos, en transporte, en teléfono, etcétera.

Esa sentencia dolió a los legisladores y al mismo Presidente, no quieren desnudarlo, que se conozca no solo de sus poco más de 100 mil pesos de salario; no, también de todo lo demás que recibe como beneficios del ejercicio del cargo, esas son prestaciones que recibe y no paga impuesto alguno, es privilegiado; los mismos beneficios deben ser para otros servidores públicos, no solo para el Presidente. ¿Quiere igualdad? Ahora se aguanta.

Sumado a lo anterior, la misma Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 94 antepenúltimo párrafo, establece claramente que no podrán ser reducidos sus salarios durante su encargo (jueces, magistrados, ministros). Pero, para el Presidente quien viola la Constitución, no es él, son los que interponen juicios de amparo y las autoridades que les conceden la protección de la justicia federal. Hace uso de la máxima tribuna mediática para tergiversar descaradamente el contenido de la Constitución. Sus obras, por lo pronto suspendidas, no cumplen con los requisitos legales, por eso han concedido las suspensiones en los juicios de amparo, el Poder Ejecutivo no cumple con la ley. Ah, pero el Presidente afirma que sí cumplirá con toda la normatividad, para sanear su cloaca jurídica.

Conclusión. Es peligrosa y altamente autoritaria la conducta del Presidente de la República. Insiste en pretender dominar al Poder Judicial para que se pliegue a sus caprichos, aplauda sus abusos y omita rectificarlo. Otro tanto ha hecho con más instituciones como la Comisión Nacional de Derechos Humanos, a quien calificó de violadora de derechos humanos, vaya pues con la peligrosa y malévola ignorancia presidencial, a punto de llevarnos a un gobierno que pisotea los derechos humanos y garantías individuales sin misericordia.

Bien por el Poder Judicial que se ha mantenido firme, no ha cedido a los caprichos del Presidente; bien la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que ha hecho lo mismo. No al autoritarismo, no al desconocimiento del Estado de Derecho. El Presidente, como cualquier autoridad, está subordinado a la Constitución y demás leyes que de ella emanan. Así de simple. No es omnímodo.

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