[Me Lleva el Diablo] El amor al dinero y la doble crisis del agua

Vaya fin e inicio de sexenio en el gobierno estatal, y de trienio en los municipales, con una doble crisis generada por el agua, provocada por un solo motivo: el amor al dinero.

Sin agua, pese a las copiosas lluvias del último mes y de los primeros días de este caudaloso octubre, comenzó la era de Mauricio Kuri, la nueva administración de la CEA, de las presidencias municipales.

Paradójico resulta que mientras más llueve, menos agua hay en Querétaro.

La doble crisis del agua, una que cae a cántaros, inunda la entidad, arrasa con autos, con los bienes de la población, lo mismo en Querétaro que en San Juan, que en Tequisquiapan, Huimilpan, El Marqués o Corregidora, donde las inundaciones son uno de los mayores problemas que viven los ciudadanos.

El otro problema es la falta de agua, de agua potable.

Miles de personas desalojadas de sus viviendas por el desbordamiento del agua, y cientos de miles que quieren dejar sus casas porque no tienen agua ni para lavarse los dientes.

Mientras 300 o 400 colonias, o quizás más porque son datos oficiales, tienen semanas sin acceso al agua potable, esas mismas 300 o 400 colonias o asentamientos humanos son arrasados, inundados por las trombas, tormentas o lluvias atípicas.

Los ciudadanos parecemos cajeros de banco que tienen en sus manos miles o cientos de miles de pesos, pero no son suyos; así vemos cómo corren ríos de agua, y más agua, pero no es de nosotros, no se queda en las llaves de la casa.

Las dos crisis han sido generadas por el amor al dinero, el amor al dinero que tienen los desarrolladores y los funcionarios públicos.

Por un lado, las inundaciones se dan por la pavimentación, por la urbanización, por el crecimiento urbano de la metrópoli, principalmente en materia de vivienda, que se edifican en zonas donde el agua regresa una y otra vez, un año sí y otro también.

Cambios de uso de suelo y licencias de construcción de manera irracional en zonas donde no se debe construir, explotación irracional de los mantos acuíferos y acaparamiento de los pozos de agua por los desarrolladores –con la complicidad de la Comisión Nacional del Agua y de la Comisión Estatal del Agua–, además de la falta de inversión pública y privada, real, no para adueñarse del agua, en infraestructura hidráulica; falta un real y verdadero plan de desarrollo hidráulico en la entidad, no solo un manualito a modo para los voraces empresarios, como lo es el Código Urbano.

El tema de la doble crisis del agua tiene que ver cómo el gobierno –en sus diferentes órdenes– ha dado paso a la autoridad del dinero, entendida está como un sistema de creencias que pretende explicar el total de la realidad solo con ese medio.

Se nos dificulta, a los habitantes de la entidad, observar a la autoridad del dinero, porque está por doquier; vivimos inmersos en ella, está encarnada en los desarrolladores voraces, que no se conforman solo con corromper a la autoridad, ahora son la autoridad.

Igual que a los peces se les debe dificultar ver el agua, porque viven en ella, la autoridad del dinero mide cuánto existes o mandas de acuerdo al dinero.

Y su moral es simple, de ahí su atractivo: lo bueno es lo que produce dinero; lo malo, lo que hace perder dinero.

De cierto en nuestro tiempo, el dinero es el único valor en que coincidimos todos; podemos diferir en cuanto a gustos culinarios, musicales, a preferencia deportiva o en utopías.

Pero en cuanto adinero, no: tenerlo es bueno, carecer de él es malo, y es verdad.

Pero lo que distingue en política a los buenos gobiernos, sean de la derecha o de la izquierda, no es su valoración del dinero, sino de dónde proviene, cómo se genera y qué hacer con él.

Eso lo saben los voraces empresarios de lo que le dicen ahora pomposamente industria de la vivienda.

Hacer dinero es la moral, hacer dinero es la ética, hacer dinero de la política, hacer dinero de las necesidades humanas, hacer dinero pasando por encima de cualquier autoridad.

Y en ese hacer dinero nos han llevado a visibilizar esta doble crisis del agua en la que nos tienen, todo por imponer sus desarrollos inmobiliarios, en donde sea, al costo que sea.

Han pavimentado la vida de los queretanos, dejándonos sin agua para beber, y eso sí, mucha agua para inundar.

Es verdad, van a alegar que ellos no mandan a la naturaleza –menos mal–, pero sí se interponen en su paso tratando o modificando su ciclo, creando sus desarrollos inmobiliarios en las zonas de mayor riesgo, por donde de manera natural corre el agua, que sí tiene memoria, con viviendas de mala calidad; bueno, hay de todo.

Tal vez sea el momento de retomar a la UAQ que hace años presentó un Plan Maestro Pluvial para mitigar tanto los daños de las lluvias, como la distribución, control y manejo del agua; tal vez sea el momento para que los alcaldes hagan eco en los proyectos universitarios que puedan ser útiles para los municipios.

O tal vez sea demasiado tarde y el destino ya nos está alcanzando.







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