[Me Lleva el Diablo] ¿Quién gana y quién pierde con el debate?

¿Quién gana el debate?, es la pregunta que ayer hacía Guillermo Hudson a Carlos Silva y a su servidor en su programa de análisis al que fui convocado.

Para el mal llamado debate de hoy entre candidatos al gobierno del estado que se dará en el Club de Industriales no espero grandes resultados, primero por el formato que es rígido, no da margen a un verdadero debate, es coercitivo y hasta cierto punto cruel para los ciudadanos: 10 candidat@s exponiendo en un minuto temas tan profundos e importantes como el de la corrupción, seguridad, educación, infraestructura, etc.

Y por la poca capacidad, conocimiento, preparación e información que han demostrado tener la mayor parte de los contendientes.

Pero bueno, eso es lo que hay y ni modo, alguien tiene que ganar.

Primero hay que decir que los debates son solo momentos de la campaña, momentos que pueden o no ser importantes, dependiendo de si los ciudadanos los tomarán en cuenta para su decisión de voto.

Los debates, entonces, no son una búsqueda de comunicarle al ciudadano lo que quiere saber, sino momentos en la estrategia de una campaña.

Para algunos candidatos el debate es una oportunidad de mostrarse mejor que los demás, de exhibir debilidades de los adversarios, y por ello, buscan que haya muchos errores; normalmente esta es la postura de los candidatos que no van en primer lugar de las preferencias y que buscan cambios en las percepciones; para otros candidatos, el debate es un obstáculo o un momento de riesgo y evitan debatir más de lo que la ley les obliga.

Sin embargo, para todos se reduce a una simple pregunta: ¿quién gana?

En realidad, es fácil responder: un debate lo gana quien logra incrementar su porcentaje de preferencias y logra disminuir el de sus adversarios.

Pero no es fácil evaluar lo anterior.

En el pasado debate fue claro que Miguel Nava Alvarado fue el mejor, o el menos malo, pero se refleja poco en las encuestas, porque estas están manipuladas; luego entonces, es fácil decir quién gana, pero evaluar qué gana no es fácil.

Gana, ya dijimos, quien incrementa sus preferencias, y no hablamos del número absoluto de votos, sino de porcentajes porque, al igual que en una campaña negativa, a veces la estrategia en el debate no es atraer votos en favor, sino solo hacer que abandonen a otro de los candidatos.

Y eso es lo que buscan en Querétaro los contendientes en este segundo debate: que los ciudadanos abandonen la preferencia de sus opositores, aunque no necesariamente se les sumen.

Tampoco estoy diciendo que un candidato en debate siempre busque los votos del puntero, a veces por estrategia ve más accesibles los de otro candidato, por ejemplo, que el tercer y cuarto lugar vayan por el segundo lugar, que es más débil que el puntero, con lo que se explica en parte por qué se cuestiona más a Celia Maya que a Mauricio Kuri.

O buscan apoyar la estrategia de alguno de los otros, pero a fin de cuentas, su ganancia o pérdida se mide por el incremento o la disminución de sus posibilidades el día de la jornada, y esa solo se puede estimar con las preferencias electorales.

Para ser claro, el resultado del debate no es posible saberlo al terminar este; se requiere un periodo de reflexión y de asimilación por parte de los ciudadanos y mediciones honestas y transparentes –difícil de aplicar– para conocer los movimientos que genera en las preferencias.

Sin embargo, la pregunta permanecerá: ¿Quién ganó el debate?

Y para quien vea el debate, hay dos señales a observar: primero, los errores de los contendientes, la gente se fija mas en los errores que en los aciertos: un error en la última intervención puede opacar toda una brillante exposición.

Y segundo: las expectativas que crea el o la candidata. Si los contendientes logran crear alguna expectativa entre los ciudadanos, no entre los burócratas que organizan y conducen el debate.

Pero todo eso se sabe no al final del debate, ni al otro día, sino con mediciones de la ciencia social, con mediciones científicas, y esas, como ya vimos, las manipulan los que tienen los recursos, en este caso tres principales partidos: PAN, Morena y PRI.

Porque no debemos olvidar la manipulación que hacen del posdebate los equipos de los contendientes en el nuevo elemento de la comunicación política que tiene fuerza para fijar agenda: las redes sociales.

Por ejemplo, en Twitter, Face, veremos los intentos de evidenciar cada error del adversario, de mostrar y reforzar los mensajes durante cada participación del candidato que apoyan y de motivar esa idea de triunfo que a todos les interesa generar.

Y ahí, el gran señor es don dinero, no el que gana el debate.

Luego entonces, la pregunta de fondo debe de ser :¿Quién perdió con el debate?

La respuesta es: casi siempre el electorado, que no conoce las reales intenciones de los contendientes.







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