[Me Lleva el Diablo] El PRI: el petate del muerto y la imposición

El PRI es en la entidad, y creo en todo el país, un partido deshilachado, desmembrado, descuartizado; un partido zombi, pero que su cascajo tiene un alto valor económico: ser comparsa del gobierno estatal, las prerrogativas partidistas y la venta de candidaturas para el 24.

La renovación del Comité Directivo Estatal deberá realizarse este mes de septiembre; y aunque usted no lo crea, a pesar de su rotundo fracaso en la pasada elección, que casi casi los destina a la desaparición, hay 13 “suspirantes” de acuerdo al actual dirigente estatal Paul Ospital.

Parece que el PRI cava su tumba política nada más de ver los nombres de los “candidatos”; parece ser un réquiem para el otrora partidazo, más que una oportunidad de emerger de ese maremoto que lo tiene sumergido en fondo de la polaca local.

Porque, mire usted, la actual diputada local por el PRI, Abigail Arredondo, confirmó que buscará contender por la dirigencia estatal, tras haber sido candidata en el pasado proceso electoral a la gubernatura donde obtuvo un valiente y exitoso fracaso, una lastimosa derrota. Y que, junto con María Alemán y otros excandidatos calzadistas, casi logran la desaparición del tricolor: no ganaron casi nada en las urnas; dos o tres presidencias municipales, importantes para sus habitantes pero pequeñas políticamente hablando, y quién sabe cuántas regidurías que se cuentan con los dedos de una mano, y tres diputaciones plurinominales.

Está en su derecho, eso que ni qué; por eso señaló que espera que pueda salir en este mismo mes de septiembre la convocatoria por parte del Comité Ejecutivo Nacional del partido.

Y ese anuncio ha causado molestia, porque cometen nuevamente el error de la intentona de imponer candidato de unidad en, nuevamente, la persona de Abigail Arredondo Ramos, perdedora a la gubernatura del estado. Pero no solo es por eso la molestia, sino –nuevamente– por el método de impositivo ordenado desde el CEN, sin tomar en cuenta al resto de los aspirantes a este cargo, cuando allá ya saben que, efectivamente, sí hay más.

El proceso interno de elección, selección o imposición de dirigente del PRI local, la “operación política” ha sido encomendada –hasta donde se sabe– a un tal Mario Vargas Aguiar, en su calidad de delegado del CEN para Querétaro y a quien ya algunos aspirantes al cargo le han manifestado su abierto desacuerdo hacia este método.

Y no es que estén en contra de Abigail Arredondo, que sí lo están. No, están en contra del método antidemocrático, que es un insulto para la militancia.

Como si no tuvieran suficiente con el rechazo ciudadano que sufrieron en las dos últimas elecciones, lo priistas se meten en una cena de negros por la dirigencia local, y la quieren puros perdedores.

Piso parejo ingenuamente demandan Pancho Pérez y Hugo Cabrera, quienes buscan la dirigencia del otrora partidazo; pero también están levantando la mano Jaime Escobedo, Marco Malo, Isabel Aguilar, Iván Pérez, Bernardo Ramírez y Gustavo Nieto, quienes piden y exigen a la dirigencia estatal y nacional que el método sea por elección abierta a la militancia aun con el padrón rasurado.

Dicen los pocos priistas que sobreviven que son ocho mil militantes, por lo que también piden un mes de gracia, para que todos aquellos que quedaron fuera del padrón del PRI tengan tiempo para regularizar su situación y votar por quien ellos quieran.

Los aspirantes y a la vez inconformes con el manipuleo del priismo nacional y de José Calzada, denuncian que la presidencia estatal del CDE no es premio de consolación y por ello denuncian que el delegado Mario Vargas está tirando línea para que sea Abigail Arredondo.

Los inconformes inclusive aseveran que ya se habló con los exgobernadores de Querétaro y estos se manifestaron porque el método sea abierto a la militancia y no por asamblea de delegados, para evitar la manipulación.

Pronto encontraron respuesta: dicen en el CEN que no hay condiciones para un proceso “democrático”, como si el PRI algún día hubiera sido “democrático”. De risa.

Pero algo debe de tener el PRI, porque estando casi muerto, sobra quien le quiera meter en terapia intensiva y mantenerlo vivo artificialmente.

Y ese “algo” no es la convicción partidista –que alguno la ha de tener–; no, es vender caro ser el tapete del gobierno panista en turno, que deja muy buenos dividendos económicos, eso después de las prerrogativas del IEEQ.







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