Xavier Villaurrutia enalteció la poesía y arte dramático mexicano

El escritor, poeta, crítico literario y dramaturgo mexicano Xavier Villaurrutia, fundador de la revista “Contemporáneos”, hito en la historia de la literatura en el país, es recordado a 113 años de su nacimiento.

Villaurrutia vio la primera luz en la Ciudad de México el 27 de marzo de 1903 y su educación básica la realizó en el Colegio Francés, mientras que sus estudios pre-universitarios en la Escuela Nacional Preparatoria, donde conoció y se convirtió en amigo de Salvador Novo y Jaime Torres Bodet.

El escritor inició sus estudios profesionales en la licenciatura de Leyes, a la que declinó, ya que su convicción por las letras era más fuerte, por ello ingresó al Instituto de Bellas Artes para estudiar teatro.

El joven escritor y Salvador Novo crearon en 1927 la revista “Ulises”, con el objetivo de incentivar la literatura extranjera y hacer más conocida la literatura mexicana, según datos de su vida publicados en el sitio “sincronia.cucsh.udg.mx”.

De igual forma, en 1928 crearon la revista “Contemporáneos”, que marcó un hito fundamental en el panorama de la literatura mexicana al reunir a un grupo de magníficos poetas comprometidos en una tarea de depuración lingüística y de apertura y renovación del quehacer poético.

En 1935 fue becado por la fundación Rockefeller y estudió arte dramático durante un año en la Universidad de Yale, en Estados Unidos, según datos del portal “escritores.org”.

Para sus primeros trabajos, realizó críticas sobre literatura, pintura y cine en diversos periódicos y revistas de la Ciudad de México.

Ya con una carrera establecida, obtuvo los cargos de profesor de Literatura en la Universidad de México y jefe de la Sección de Teatro del Departamento de Bellas Artes.

Dentro de sus colaboraciones, escribió para las revistas “Letras de México” (1937-1947) y “El Hijo Pródigo” (1943-1946), por mencionar algunas.

Su incursión en la poesía lo llevó escribir “Reflejos” en 1926; “Dos nocturnos” (1931), “Nocturnos” (1931), “Nocturno de los ángeles” (1936), “Nocturno mar” (1937) y “Nostalgia de la muerte” (1938), el cual es considerado una de sus principales obras.

El poeta tuvo gran influencia del trabajo de los escritores Paul Valéry, Jules Supervielle y Jean Cocteau, por lo que en su obra se encuentran temas relacionados con la muerte, la soledad, el insomnio, la noche y la rosa, principalmente.

Preocupado por el arte escénico en México fundó “El teatro de Ulises”, un proyecto experimental que tuvo una indiscutible importancia en el desarrollo de la vanguardia mexicana.

Su trayectoria literaria lo llevó a trabajar en otros géneros, su única novela, “Dama de corazones”, fue publicada en 1928, y en la dramaturgia se encuentran las traducciones de varios textos de los escritores Anton Chejov y Jules Romains, de igual forma escribió ensayos sobre caracteres, conforme a “sincronia.cucsh.udg.mx”.

Como escritor de teatro, publicó “La hiedra” (1941), “La mujer legítima” (1942), “Invitación a la muerte” (1943), “Autos profanos” (1943), “Tragedia de las equivocaciones” (1951) y “La mulata de Córdoba” (1948), según datos del portal “escritores.org”.

Xavier Villaurrutia, quien siempre procuró enaltecer las creaciones literarias de los jóvenes escritores mexicanos, y cuya versatilidad y conocimiento en la cultura era admirable, murió el 25 de diciembre de 1950 en la Ciudad de México.

En 1955 se instauró el premio “Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores”, con el objetivo de estimular, apoyar, difundir las letras mexicanas, según datos de la Secretaria de Cultura federal a través de la Coordinación de Nacional de Literatura.

Se considera que el escritor, junto a sus colegas Salvador Novo y Torres Bodet, sentó las bases para la generación contemporánea de poetas, generando nuevas inquietudes literarias, dotando con su trabajo experiencia, lucidez y perfección.

He aquí un poema suyo:

Poesía

Eres la compañía con quien hablo 
de pronto, a solas. 
te forman las palabras 
que salen del silencio 
y del tanque de sueño en que me ahogo 
libre hasta despertar. 
Tu mano metálica 
endurece la prisa de mi mano 
y conduce la pluma 
que traza en el papel su litoral. 
Tu voz, hoz de eco 
es el rebote de mi voz en el muro, 
y en tu piel de espejo 
me estoy mirando mirarme por mil Argos, 
por mí largos segundos. 
Pero el menor ruido te ahuyenta 
y te veo salir 
por la puerta del libro 
o por el atlas del techo, 
por el tablero del piso, 
o la página del espejo, 
y me dejas 
sin más pulso ni voz y sin más cara, 
sin máscara como un hombre desnudo 
en medio de una calle de miradas.







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