[Tras la Verdad] Experto en el engaño el presidente de la República

No se cansa de decir mentiras Andrés Manuel López Obrador. Sigue dando esperanzas a los padres de los 43 normalistas asesinados hace varios años. Incluso, ordenó crear una comisión especial para la búsqueda de los “desaparecidos”.

En la semana que termina se reunió con los padres de los 43 y el abogado que los patrocina. Bajo la misma tónica, Alejandro Encinas, Sub Secretario de Gobernación, se atrevió a declarar a los medios que los 43 están en Guerrero, que ya casi logran saber el paradero de los “desaparecidos”. Lo peor, o tal vez sean consensos, aquellos creen que sus hijos están con vida y serán rescatados de donde se encuentran.

El gobierno de López ha permitido a los familiares de las víctimas, visitar cuarteles para la búsqueda de los “desaparecidos”. Por supuesto no han encontrado nada. Así las cosas, los padres fueron a reclamar los raquíticos avances en la investigación, de tal manera que Encinas y el mismo López, ofrecieron agilizar la investigación, de ahí lo dicho por el subsecretario: que los normalistas están en Guerrero y pronto tendrán noticias de ellos. ¡Falaces!

A pesar de las francas contradicciones en que han incurrido las autoridades del gobierno de la 4T, los padres, al parecer (resulta inconcebible), confían en que puedan ser localizados sus hijos. Las inconsistencias. Apenas hace unos días se quejaron amargamente por la liberación judicial de “El Gil”, principal actor en el homicidio de los 43 normalistas. Aquí lo inentendible de la postura oficial de los funcionarios del gobierno. Veamos.

¿Si ellos creen que aún están vivos los 43, luego por qué se molestaron por la liberación de “El Gil”? ¡Estarían liberando a un inocente! Por ello, su estatus de López Obrador debiera ser el de: feliz, feliz, feliz. En su gobierno se libera a un inocente. ¡Otro preso político liberado! Además, en teoría, dejaron de seguir violando los derechos humanos del acusado que fue inculpado injustamente por autoridades de la pasada administración.

Mas no es así, iracundo el Presidente amenazó con investigar al juez que liberó al absuelto y a las autoridades que en su momento lo detuvieron. El Presidente consideró como actos de corrupción los cometidos en favor del liberado. Aberrantes contradicciones que a pocos les importa ver a detalle estas actitudes equidistantes de la realidad, por demás inconsistentes. Por eso, no cabe la menor duda que todo se trata de una comedia mediática de corte populista para entretener a los padres de familia y a quienes confían a ciegas en todo lo que dice y hace López Obrador, a pesar de sus actitudes francamente mitomaniacas.

Insiste el Presidente de la República en que no tolerará ni permitirá la violación de los derechos humanos de los delincuentes, que en su gobierno no habrá represión; dijo, los delincuentes también son humanos. El ignorante Presidente desconoce que el respeto a los derechos humanos tiene sus excepciones, consecuentemente sus restricciones; y no por ejercer un respeto absoluto y sin límite alguno, al delincuente no puede tocarlo la autoridad; es más, bajo esa miope visión presidencial, la autoridad debe pedirle permiso al delincuente para ser detenido, su autorización de ejercer la violencia legal para someterlo; y, si el delincuente no lo autoriza, entonces no puede ser lastimado por la autoridad competente. Además de ignorante en materia de derechos humanos, el Presidente es reacio a entender las cosas, de tal manera que incurre fácilmente en la mentira.

También, en esta semana el general secretario de la Defensa Nacional advirtió que ya no tolerarán las agresiones al personal del Ejército por parte de los delincuentes, que aplicarán la ley y harán uso de la fuerza legal en defensa de su persona y su vida; todo tiene un límite. Lo advirtió para que lo escuchara y pusiera atención el Presidente de la República y los rebeldes delincuentes. Fue un: ¡Estamos cansados! Dejaremos de ser vejados por los delincuentes, en aras de una supuesta defensa de los derechos humanos de los delincuentes ordenada por el mismo Presidente, al haber instruido que “aguantaran”, pero que no hicieran uso de la fuerza pública.

López Obrador no podía quedarse callado ante lo ordenado por el general; no, al tercer día (tardó en reaccionar) volvió a la cargada, insistiendo sobre el respeto a los derechos humanos de los delincuentes, mas no le respondió al secretario general del Ejército, ya no les dijo: “aguanten”. Otra actitud populista y mentirosa del Presidente de la República. Desde el nacimiento de los derechos humanos, como tales, en la Declaratoria de la ONU, en el año de 1948, hasta la fecha, si bien se acuerda por las naciones integrantes de esa organización la obligación de respetar los derechos humanos, también se plasma en esa declaración que el respeto tiene sus límites legales. Entre otros, si el delincuente se resiste al sometimiento legal, debe ser sometido por la fuerza y no por ello se estarán violando sus derechos humanos; observando la gradualidad. Derechos que, con el nombre de garantías individuales, ya existían en nuestra Constitución desde 1917; semántica que fuera modificada con la reforma del 2011 en la Carta Magna, para modificar, ampliar y elevar el concepto a derechos humanos y así estar a la par con el acuerdo internacional del que forma parte nuestro país, en cuanto a derechos humanos. Es así como, en la odiada época del neoliberalismo, el presidente Carlos Salinas crea la Comisión Nacional de Derechos Humanos, como órgano garante que vigila se respeten y cumplan a cabalidad con los derechos humanos por parte de las autoridades, so pena de emitir declaración de violación; por cierto, no siempre le agrada el respeto a los derechos humanos al Presidente, sobre todo cuando se trata de actos atribuibles a su persona, entonces tilda a la CNDH de arbitraria, se rebela y no cumple con ese respeto que pide para los delincuentes, tal es el caso de las estancias infantiles.

Ahora López Obrador hace honor a lo creado por el neoliberal de Salinas, respeto irrestricto a los derechos humanos; pero el mitómano, o no entiende o tergiversa el sentido de ese respeto, a grado tal que prefiere abandonar la obligación de cumplir la ley, en aras de no violentar los respetos de los delincuentes. Lo que no cumple con las estancias infantiles.






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