[Me Lleva el Diablo] Elecciones: El 97 y el 21, el mismo escenario

En nuestra procelosa vida política, en Querétaro es cada vez más difícil distinguir entre la política normal y la política electoral; la belicosidad es más o menos la misma ahora que en 1997.

En 1997 había elecciones de gobernador, era marzo y el centro histórico estaba tomado por el ambulantaje, hasta con un huacal cerraban una vialidad, y las autoridades estatales y municipales, de extracción priista, no hacían nada por temor a generar “violencia”.

En 2021 hay elecciones de gobernador, es marzo y el centro histórico está tomado por ambulantes, apoyados por un grupo de comerciantes establecidos, y las autoridades estatales y municipales no hacen nada por temor a generar “violencia”, ahora son de extracción panista.

En 1997, los maestros del SNTE, los institucionales federalizados, iniciaron un movimiento de “reivindicación”; y aunque les ofrecieron todo lo habido y por haber, no hubo poder político que los convenciera de llegar a un acuerdo, a una solución.

En este 2021, los trabajadores del sector salud, institucionales y federalizados, amenazan con un paro de laborares o con salir a manifestarse. Vamos a ver qué les ofrecen para parar sus intenciones.

En el 97 llegaron los “operadores” panistas de Chihuahua, Guanajuato y Puebla, y llegaron para quedarse en el gobierno del estado... y en el estado.

En este 21 han llegado los “operadores” morenistas de la Ciudad y del Estado de México, igual llegan para ver si se quedan a gobernar... y a radicar.

En el 97, los panistas salían a la calle a gritar, a repartir Lazos y Latigazos: ahora, en 2021, los morenistas salen a la calle, en plena contingencia, a gritar y a repartir Regeneración.

En el 97 se decía que el gobernador Enrique Burgos García era el gober “más querido” por los queretanos, con gran contacto con los ciudadanos.

En el 21 se dice que el góber Pancho Domínguez es unos de los 5 mejores gobernadores del país y con una gran empatía con los ciudadanos.

En el 97, un presidente de la República, Ernesto Zedillo, un tecnócrata del PRI, no quería al candidato de su partido, Fernando Ortiz Arana, porque fue un fuerte rival por la candidatura a presidente de la República, después de que mataron a Luis Donaldo Colosio. Eso nunca se lo perdonó, por el contrario, se lo cobró: le entregó la gubernatura al PAN. En el 97 hubo una campaña contra FOA en la que lo acusaban de corrupción.

En 2021, el presidente de la República, igual que Zedillo, mete la mano en la elección local y condiciona al gobierno estatal, al candidato del PAN, con dejar caerles todo el “peso” de la justicia por “actos de corrupción”, en claro apoyo a la candidata de su partido.

En 1997, los entonces consejeros electorales se hicieron de la vista gorda ante la intromisión gubernamental.

En 2021, los consejeros electorales se hacen de la vista gorda ante la violación constante a la ley electoral; e igual que en el 97, se ponen de tapete.

El 97 es igual, pero no lo mismo, que en este 2021.

Tanto en el 97 como en el 21, los jefes del Ejecutivo federal toman partido, uno en contra del candidato de su partido, el otro a favor de la candidata de su partido.

Igual que en 1997, en este 2021 la elección de gobernador no se decide por el voto ciudadano, por vía de la democracia, sino por la decisión de un acuerdo.

Así pues, las declaraciones que se enmarcan en la campaña electoral son más de lo mismo: a lo que se dice en campaña electoral no hay que darle carta de veracidad, solo a medias.

En este escenario, ¿para qué sirve entonces esa intensa y costosa exhibición de recursos monetarios y retóricos si, como lo estamos viendo, viviendo, lo dicho en campaña hay que tomárselo a beneficio de la nada?

Lo dicho en las campañas es poco creíble y constituye, por tanto, un gran simulacro. Y la neta, ya ni siquiera se pueden hacer mítines salvo para los medios de comunicación organizados por el IEEQ,

¿Para qué queremos campañas electorales?

Propongo que a partir de ahora –sin que inicien campaña el 4 de abril– solo fijarnos, concentrarnos en los debates electorales y medir sus propuestas a partir de la vialidad de sus realizaciones.

Qué ingenuidad, ¿verdad?

Otra cosa más: Si casi todo es campaña, ¿cuándo trabajan los políticos en lo que de verdad importa a la gente?







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