[Me Lleva el Diablo] Anaya: Mártir o villano, pero candidato

“Tranquilo, que estamos chupando tranquilos”, parece que le dijo Ricardo Anaya al presidente de la República; pero de las caguamas pasaron a los guamazos, mediáticos y políticos, y el queretano pasó de Chico Maravilla a Marrullero de la Política.

En política lo que no mata, engorda; y si Ricardo Anaya, inocente o no, libra el proceso al que es sometido, saldrá fortalecido.

La semana pasada, Ricardo Anaya le marcó la agenda mediática y política a AMLO; y eso, a querer o no, dejó mal parado al jefe del Ejecutivo federal, quien cayó en el garlito de Anaya.

Hasta la semana pasada, el presidente Andrés Manuel López Obrador estaba fabricando un candidato presidencial. Tal es el resultado de la biliosa campaña que ha emprendido contra Ricardo Anaya, a quien venció en la pasada elección presidencial con la oportuna y eficaz ayuda de aquel llamado EPN, al que no ha tocado ni con el pétalo de una fiscalía, AMLO está haciendo un mártir del panista, y los mártires son buenos candidatos.

Cinco días consecutivos el mandatario federal dedicó buena parte de su tiempo, tanto en la mañanera como en diferentes actos públicos, para cuestionar a Anaya y a prejuzgar su culpabilidad.

El presidente López Obrador y Ricardo Anaya se han trenzado en mucho más que un duelo verbal. El nivel de la confrontación es muy bajo, no hay manera de llamar debate a eso que atestiguamos; pero ha sido útil tanto para la mañanera como para las redes sociales. Pero tiene un trasfondo.

Quién sabe si Anaya tenga conciencia de que hacer enojar a AMLO es redituable para su causa judicial.

Si el mandatario sigue llenando de adjetivos al panista, llamándole incluso ladrón, pues digamos que el queretano podrá alegar en su defensa que el gobierno mexicano vulnera la presunción de inocencia, que es central en el debido proceso.

No es la primera vez que Anaya está metido en problemas con la justicia. Hace algunos años tuvo fuego amigo cuando al interior del PAN lo acusaron de lavado de dinero e irregularidades administrativas, lo cual nunca quedó claro si se debía a que un grupo de panistas no lo quería de candidato a la Presidencia porque quería a Margarita Zavala o porque verdaderamente estaba metido en problemas.

E inmediatamente después fue Enrique Peña Nieto quien lo llevó ante la entonces Procuraduría General de Justicia, para desgastarlo como candidato presidencial. No pasó nada.

Sin embargo, si alguien resultó al final beneficiado fue López Obrador, porque Anaya y el tabasqueño estaban parejos en los primeros meses de campaña. Una y otra vez se ha hablado de un “pacto” entre Peña Nieto y López Obrador, del cual no tenemos evidencia de que se haya podido producir, salvo que EPN se pavonea por todo el mundo.

De risa es el documento informativo de la FGR del 25 de agosto, en el que trata de justificar su persecución sobre Anaya. El escrito reitera las declaraciones de Emilio Lozoya, de que en 2014 entregó 6.8 millones de pesos a Anaya, a través de otra persona para que votara a favor de la reforma energética.

Según Lozoya es que EPN junto con Luis Videgaray, en asociación delictuosa y a través de cohecho con Ernesto Cordero, Francisco Domínguez, Jorge Luis Lavalle, Salvador Vega, David Penchyna y Ricardo Anaya, habrían operado para sacar adelante la reforma constitucional energética, con el fin de entregarle a la empresa brasileña Odebrecht la soberanía energética del país, a cambio de 10.5 mdd.

Así de ridículo.

Porque los panistas siempre apoyaron una reforma energética, no había mucha necesidad de pagar por su voto, estaban convencidos de esa reforma.

Además, esta se aprobó en 2013 y el dinero supuestamente se entregó en 2014: Anaya ya ni siquiera era diputado.

Pero sabemos, gracias a indiscreciones de los propios políticos, que los votos en las cámaras, sea de diputados, senadores o congresos locales, se venden, o se compran, según se vea.

Es una de las prácticas corruptas más extendidas e involucra a todos los partidos y esto no ha desaparecido del todo: hoy Morena también compra votos en las cámaras; si no, hay que ver al PVEM y al PT, y después del 1 de septiembre a Movimiento Ciudadano.

Lo que no queda claro es si la confrontación que desde 2018 ha tenido Anaya con el presidente López Obrador, la cual se ha intensificado en los últimos días, le alcanzará para acreditar que es un perseguido de la 4T… Se ve cuesta arriba, pero quizá no imposible.

Por lo pronto, anote a Ricardo Anaya primero como mártir y después como seguro candidato a la Presidencia de la República en 2024; y no solo por el PAN, sino por varios partidos y sectores políticos y económicos del país.







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