[Me Lleva el Diablo] 19 días y 500 noches

Hay que ser razonable sinrazón: Con esta canción, o mejor dicho con este disco, Joaquín Sabina alcanzó los cuernos de la luna en 2000; ganó cuatro trofeos de Premios a la Música; el impacto extraordinario de “19 días y 500 noches” le trajo el respeto de sus colegas rockers, de sus colegas cantautores.

“Lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo, en un güisqui on the rocks, en vez de fingir o, estrellarme una copa de celos, le dio por reír...

“De pronto me vi como un perro de nadie, ladrando a las puertas del cielo, me dejó un neceser con agravios, la miel en los labios y escarcha en el pelo.”

Como se ve, el cantante presenta una de sus canciones más memorables, por eso siempre la pido en el “borrachón”, donde atiende el oscuro barman de la barra, y es que esta rola tiene un parlamento rimado sobre el final del amor, y el final de amor rima con la sinrazón.

“Tenían razón mis amantes, en eso de que, antes, el malo era yo, con una excepción: Esta vez yo quería quererla querer y ella no.”

Es una estupenda rumba —aunque no lo crea y la confunda con una balada romántica— que nos muestra la determinación de la locura amorosa como estado de un individuo que no sabe distinguir entre lo normal y lo patológico, de un individuo que vivió una discriminación previa de enormes implicaciones sentimentales: lo dejaron.

“Así que se fue, me dejó el corazón en los huesos, y yo de rodillas. Desde el taxi, y, haciendo un exceso, me tiró dos besos... Uno por mejilla.”

Bueno, ¿qué hace uno tras la derrota? Y es que después del final viene el principio: la realidad de querer vivir como el adolescente que uno ya no es, pero que sigue uno siendo; total, asumir el desengaño es como asumir los años: no valía la pena, pero tal vez valía el pe...

“Y regresé a la maldición, del cajón sin su ropa, a la perdición, de los bares de copas, a las cenicientas de saldo y esquina, y, por esas ventas del fino laina, pagando las cuentas de gente sin alma que pierde la calma con la cocaína, volviéndome loco, derrochando la bolsa y la vida fa fui, poco a poco, dando por perdida.”

Les digo que es una rumba sobre el final del amor, que no de la pasión, pero bien merece una medalla al sufrimiento; pero esta la quiso compartir, esa medalla no ganada, porque queramos o no el sufrimiento es parte del amor, nos muestra la fecundidad de un compositor críptico que nos nubla la razón y nos abre los sentimientos.

“Y eso que yo, paro no agobiar con flores a María, para no asediarla, con mi antología de sábanas frías, y alcobas vacías, para no comprarla con bisutería, ni ser el fantoche que va en romería, con la cofradía, del santo reproche, tanto la quería, que tardé en aprender a olvidarla, diecinueve días y quinientas noches.”

La verdad no considero esa canción nada autobiográfica, sin embargo creo que después de escucharla me di cuenta que yo no sirvo para una vida normal, estoy a penas dispuesto a vivir una vida lírica de brillantes colores, y es que “19 días y 500 noches” prestigia el amor como motivo esencial de la vida, y Joaquín lo canta —a sus años, en el 2000— con joven frescura y la elegancia admirable que tienen los poetas.

“Dijo hola y adiós, y el portazo sonó como un signo de interrogación, sospecho que así se vengaba, a través del olvido, Cupido de mí.”

Creo que el amor es un mito; digo, después de ese verso qué se puede sentir, porque pensar no se puede, ni se debe, y es que Sabina descubre nuevos tonos y ritmos y ensaya nuevas tonadas para expresar su adolorido y apasionado sentir; es decir, nos crea una nueva moda sentimental: el cinismo.

“No pido perdón, ¿para qué? si me va a perdonar porque ya no le importa... Siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta.”

Esto es expresar la pasión erótica con aire juvenil; la relación del amante y la amada nos dice que el amor es difícil y la amada lejana, la amada idealizada. Pero mejor superemos tabúes con esta celebración musical sabinesca, que va contra la rutina, contra la utopía de ese invento maravilloso que es el amor o... ¿la pasión?

“Me abandonó, como se abandonan los zapatos viejos, destrozó el cristal de mis gafas de lejos, sacó del espejo su vivo retrato, y fui tan torero, por los callejones del juego y el vino, que ayer el portero me echó del (monte) casino... Qué pena tan grande, negaría el santo sacramento, en el mismo momento que ella me lo mande.”

La verdad, esta es una propuesta sincera insólita y real de los sueños de la sinrazón, pero llenos de pasión.







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